miércoles, 23 de septiembre de 2009

Una gran película

Cuando veo mi nuevo disco duro portátil no quepo en mi gozo. Ahí, dentro de algo que no ocupa más de la mitad de un cartón de tabaco tengo cientos de películas, buenas, malas, cómicas, del oeste, de ciencia ficción, antiguas, modernas, hechas por ordenador… ¿Se imaginan hace 20 años? Imaginad por un momento la cantidad de espacio que ocuparían todas estas en cintas de VHS, ó si nos ceñimos a algo más coetáneo la cantidad de discos de DVD a los que habría que dar cobijo dentro de mi casa. Algo complicado, a la par que bastante costoso desde el punto de vista económico.


Esto es tener mucha cara, me dirán, “usted tiene su disco duro lleno de películas y no ha pagado un duro”. El otro día fui al cine, la entrada (con carnet de estudiante) costó un viernes a las doce de la noche 5,10 Euros. Sin contar con las palomitas (que no compré) y el transporte (gracias a un amigo que nos llevó en su coche), cosas que se han convertido en extras prohibitivos con la llegada del Euro y la caída de las salas de cine tradicionales. El montante es desmesurado por algo efímero que en un par de horas se acaba, pero menos mal que todavía sigue manteniendo la dignidad de durar más que un cubata, que a fin de cuentas también puede llegar a sacarte al risa floja y alguna lágrima, pero sin llegar a conseguir el aporte pedagógico de ciertas películas. Los amantes del contacto humano dirán que las palizas al igual que los cubatas pueden también enseñar. Dentro del saber consuetudinario del colectivo popular así se transmite y parece ser que últimamente este modelo de poder unidireccional está empezando a evolucionar hacia una relación de poder bidireccional. Con Franco se vivía mejor, rescatemos la ostia a tiempo antes de que los hijos acaben por rebelarse.


Parece de película (ó más Orwellesco que otra cosa) el que los hijos “contacten” con sus padres, podrían los padres para que de verdad los hijos aprendan ponerles alguna gran película, pero algún hijo podría pensar que el hecho de acabar delante de una pantalla por inducción paterna es una comedura de cabeza intolerable, que a ellos lo que les gusta es la Belén Esteban. Habrá que irse haciendo a la idea, dentro de poco no podremos ni ir al cine, y tampoco descargarnos todas esas películas que hemos pagado en VHS, en DVD, y que volveremos a pagar en Blu-Ray, por la calidad, nos dicen. Porque hay mejor imagen, mejor sonido y en definitiva la película es mejor… Este maquillaje con vocación de restauración, no es tal, porque la segunda se da cuando el disfrutar de una obra se hace difícil por la acción del tiempo ó por su nefasta edición y conversión a nuestra lengua. La esencia de una buena película no es inherente al nivel de todas estas mejoras. A fin de cuentas es el afán de dinero el que nos trae constantemente versiones transgénicas de las obras originales. Si la pintura, la arquitectura, y demás artes están protegidas y son patrimonio de la humanidad frente a las ideas actuales que pretenden adecuarlas a nuestros tiempos. ¿Para cuando proteger al cine?. Mientras espero a que esto llegue, me voy a ver mi padrino con doblaje antiguo e imagen antigua, descargado de internet y anteriormente comprado en VHS y DVD y perdidos en algún cajón.

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